¿Son pocos los que se salvan? Pregunta la gente a Jesús, a lo que él responde: “esforzaos en entrar por la puerta estrecha…” (Lucas 13,22-30). ¿Qué podrá significar esta petición de Jesús? Precisemos que existen quienes desean la salvación de Dios y otros que niegan tal salvación, o son, simplemente indiferentes a ella. Para ambos casos, la petición del Maestro es clave para el discernimiento de una vida humana plena. Veamos lo que para el creyente cristiano significa la salvación y el paso por la puerta estrecha con más precisión teológica. La salvación de Dios es siempre referida a la humanidad, en cuanto ella, creatura, ha pasado de la esclavitud del pecado a la libertad de la gracia. La salvación de un estado de mal y pecado, para pasar a un estado de sumo bien y de gracia plena. Salvación es, después de esta vida y sus luchas contra el mal y el pecado, avanzar al reino de Dios en plenitud. Visto así, Es Dios quien salva, es el ser humano el salvado. Por supuesto que para alguien que no cree en Dios (Salvador) es imposible pensar que podrá ser salvado por quien no cree. Teniendo en cuenta esto, ¿Qué relación tiene la puerta estrecha, y su paso por ella, con la salvación? ¿qué significa para el creyente? En mi entender esta estrechez de la puerta tiene que ver con las exigencias que comporta la vida de un discípulo de Jesús; el mismo nos ha dicho que nosotros somos sus amigos si cumplimos sus mandatos, que no todo el que diga Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, que, aunque hayamos comido con él, pero somos agentes del mal, nos pedirá que nos alejemos de él. Es exigente el camino del Bien, es tan simple que por eso es duro y muchas veces incomprensible. Entrar por la puerta estrecha es aceptar primero y actuar después conforme a esos principios cristianos. En otras palabras: aceptar a Jesús, su persona, y actuar como él, en consecuencia, con su mensaje y su vida, y eso incluye siempre, repito siempre, la cruz y la muerte. Por eso, es estrecha la puerta o el camino a la verdadera vida y ancha la puerta o el camino a la perdición. Para un no creyente, ¿acaso no es similar? Pues, la puerta estrecha será la opción de una vida anclada en los valores verdaderamente humanistas, la búsqueda de la dignidad humana en todas sus dimensiones, la crianza responsable de los hijos, haciendo ver que aun creen en la belleza de existencia humana arraigada en el amor, el respeto por los otros. ¿no es acaso esa forma de vivir un “salvarse” de la mediocridad de las puertas o caminos anchos? Los que creemos en Dios y en la humanidad, los que pensamos que podemos abrir puertas y caminos estrechos con la ayuda de la gracia divina; unidos con aquellos que no creen, pero que poseen un corazón generoso y de buena voluntad, estamos listos para empezar un proceso mediado por el Amor. Tenemos la tarea de hacer vida este Amor de Dios hecho hombre, amor llevado a su máximo nivel de vitalidad y plenitud. Entonces en qué podríamos disentir creyentes y no creyentes, si el fin es el mismo: la audacia de pasar por esa puerta estrecha, por esos caminos angostos que nos lleven a vivir el Amor encarnado en las obras, que cuando alguien tenga sed, le demos de beber, esté enfermo o en la cárcel lo visitemos, tenga hambre y le demos de comer. Amar es una exigencia, una puerta estrecha que atravesar permanentemente con otros y para otros, porque todos deseamos con ansias amar sin descanso ¡Avancemos ahora, avancemos juntos!