PhD. Alexis Apablaza-Campos
Director general de Player8.org
Exeditor de Deportes de El Rancagüino
Twitter @boleteador
Fue una semana durísima para Rancagua y el fútbol. El sinsabor que podía dejar el empate ante Unión Española en el Santa Laura, partido que se pudo ganar incluso con diez jugadores, pasó rápidamente al olvido tras el brutal fallecimiento de Cristian Padilla.
Quizás sea muy poco lo que se pueda decir sobre Dino que ya no se haya contado en estas páginas. Con él -de seguro- que nos cruzamos alguna vez en la Galería 16 de El Teniente, por lo que tan cruel partida nos afectó tanto como aquel fatídico 8 de febrero de 2013. Las circunstancias son distintas, pero la impotencia fue la misma.
Pertinentes y adecuadas fueron las declaraciones de algunas autoridades, las del club y del municipio condenando fuertemente lo sucedido, comprometiéndose a hacer todo lo posible para encontrar a el/los culpable(s), y acompañando a la familia en el marco del respeto. Más íntima aún fue la visita del capitán Pedro Pablo Hernández, quien durante el velatorio conversó con la hinchada y les invitó a buscar la justicia por sobre la venganza.
Decimos solo “algunas autoridades” porque en medio de todo este dolor, sumado a lamentables hechos de violencia en los estadios con una nula reacción de los dirigentes del fútbol, aparece la solicitud de Universidad Católica de jugar los 85’ restantes del duelo suspendido ante Universidad de Chile por Copa Chile en Rancagua.
Así nos encontramos que desde la Delegación Presidencial se ofrecen declaraciones contradictorias: primero, al mediodía, negando la opción de jugar el partido “por respeto a la familia de Cristian” y porque la ciudad está de duelo; y luego, durante la tarde, confirmando el escenario “en las mismas condiciones que se estableció hace dos semanas”, tal como explicó Fabio López en entrevista a radio ADN.
Inmediatamente esta decisión generó cuestionamientos locales, no solo por los daños sufridos en 2021 cuando Rancagua se transformó en “la capital del fútbol chileno” por la falta de estadios de equipos de la Región Metropolitana, sino que también por el monumento a los 16 -vandalizado en el último partido de la U como local en Rancagua- y la cercanía del estadio con la casa del fallecido que vivía en la población Isabel Riquelme.
Por más que fuese un partido sin público, había más argumentos para negarse de aceptar un partido que ya había sido rechazado en distintos recintos del país. A ello se sumaron las amenazas de la Trinchera Celeste de impedir el partido, las cuales no pasaron a mayores, pero fueron la clara demostración de que aceptar el partido se transformó en un “jugar con fuego” sin respetar los deseos de la comunidad local.
Así fue como casi “por solucionar un problema desde fuera de la ciudad generamos un problema en nuestra propia ciudad”, sin mencionar que los impactos que trajo consigo el operativo de seguridad del compromiso, los que iban desde la ley seca en los alrededores del estadio hasta el término prematuro de las actividades académicas en el Liceo Comercial Diego Portales.
Es de esperar que no volvamos a tener una semana tan negra como la que acabamos de terminar, que nunca más tengamos que despedir a otro “coterráneo desconocido con camiseta” -con el que compartimos tantas pasiones- de tan cruel manera ni tengamos que tomar decisiones que pueden quedar muy lindas a nivel nacional, pero que generen problemas locales significativos.
Aquellas burlas de redes sociales, las que mencionan que “Rancagua no existe”, tienen que ver con el hecho de ser y sentirnos una ciudad algo distinta a lo que se ve en el resto del país. Por algo los periodistas deportivos nacionales -que recorrían la ciudad en las horas previas al partido- destacaban la tranquilidad de nuestras calles, aquella que sentimos tan necesarias de mantener en momentos como los de hoy.