Nuestro poeta rancagüino escribió más de una poesía relativa a la navidad . Una de ellas fue publicada en nuestro diario a principios de los años sesenta y que al parecer no fue recopilada posteriormente en libros .
Es por eso que he traído hasta esta columna del recuerdo, la menos recordada:
ROMANCE DE LA PASCUA TRISTE
Era la noche de Pascua,
noche de amor y de sueños;
de pitos y de campanas
el viento traía el eco.
En lluvia de oro caían
Los voladores del cielo.
Sobre el corazón del mundo
un niño estaba naciendo.
Subía, grande, la luna
de lirios y nardos frescos.
Un ángel iba cantado
Por jardines de silencio,
Un ángel que con sus manos
va encendiendo luceros.
Un ángel pasó sin ver
un niño triste, en el suelo,
Un niño que estaba solo
Con sus ojos muy abiertos;
Un niño que no tenía
Juguetes, risas ni besos..
En el conventillo pobre,
Sin luz ni rosas de viento,
El niño estaba callado
Con un sollozo en el pecho.
Con sus ojos en la luna
Se fue durmiendo el pequeño,
Cerró sus párpados suaves
El sueño de finos dedos.
Vino entonces un caballo
Galopando por el cielo.
Un caballo de madera
Con sus lucientes arreos.
Se fue el caballo llevando
Al niño en su lomo negro.
Se lo llevó por caminos
De juncos y jazmineros
Y con él cruzó volando
Por el país de los cuentos.
El niño tubo un avión
Con hélice de luceros,
Una corneta rosada
Hecha con flores de almendro,
El trompo azul que bailaba
Sobre las púas del viento
Y un globo grande y dorado
Como las lunas de enero.
El niño dejó el caballo
Para pasar a un velero
Que hacia la tierra venía
Lleno de juguetes nuevos.
Velero blanco y celeste
Sin timón ni marineros.
La luna junto al muchacho
Inflaba su globo inmenso.
El niño queria cogerlo
Y se despertó en el suelo.
Estaba allí el conventillo
Sin luz ni rosas de viento.
El niño sintió la angustia
Como una garra en el cuello.
Su sollozo sobre el mundo
Tembló como un río negro.
Sobre el corazón la pena
Le apretó su nudo ciego.
La noche sangraba estrellas,
La luna quebró su espejo por el niño que no tuvo
Juguetes, risas ni besos.
Afuera, reía el mundo
Con claro cascabeleo.
en el conventillo el niño
Con sus lágrimas de fuego.
–Oscar Castro