Por estos días miles de jóvenes han conocido los puntajes que obtuvieron en la PAES, una nueva prueba de las varias siglas que han existido en los últimos años para el ingreso a las universidades.
Han cambiado las pruebas, pero igualmente se les acusa de segregar, y es que la diferencia entre los colegios públicos y particulares no parece sino acentuarse. Puede ser cierto porque es una prueba que pone de relieve el conocimiento y lamentablemente demuestra que los contenidos de algunos fueron más profundos que los de otros. Pero también es cierto que sea cual sea el sistema de ingreso a la universidad que se adopte, este sistema será discriminador. Precisamente porque por el criterio que se establezca de alguna u otra manera se discriminará quienes puedan entrar o no a la universidad. No todos pueden acceder a la educación superior, ya sea por intereses, capacidades, vocación o simplemente por cupos.
Un problema distinto es que por mucho tiempo se ha considerado a la universidad como la única opción, y así existe una sobreabundancia de profesionales en algunas áreas, muchos de los cuales han debido endeudarse para pagar sus estudios, y al final terminan trabajando en labores muy lejanas de sus estudios y con sueldos muy bajos. Muchas veces es más cotizado un técnico.
Así las cosas, la prueba no puede, ni debe ser el fin último de la educación secundaria. Pero también es cierto que parte del gran problema que vemos hoy es que la mentada calidad de la educación no es para todos y se nota mucho el establecimiento donde uno estudia. La solución profunda, por tanto, no está tanto en el sistema de acceso a la universidad sino en mejorar la educación secundaria, donde lamentablemente mientras muchos se ven obligados a protestar por tener mejores oportunidades, otros se dedicaron simplemente a estudiar.
Luis Fernando González V
Sub Director