Julio César Moreira
Fotos: Marco Lara
Hace más de 6 años decidió dejar Santiago. Le cansó el espantoso ruido,
la gente agresiva y los autos. En fin, ¡todo!.
Era apenas un “cachorro”. Estaba tan flaco como se puede estar cuando no hay mucho para echarle a la guatita.
Aprovechando su baja estatura y su esmirriada contextura, burló todos los controles y subió al metrotrén, en busca de nuevos horizontes.
Se acomodó en un rincón, donde nadie lo viera, en tanto la máquina iniciaba su viaje a Rancagua. Con el traqueteo y la debilidad, rápidamente se durmió.
Despertó al sentir el murmullo de la gente. Se estiró, bostezó y salió en dirección a la salida. Estaba en la capital regional.
Miró a su alrededor, paró las orejas y olfateó el aire nuevo que le ofrecía esta desconocida ciudad para él.
Se bajó del carro y se desplazó por el andén. Decidió quedarse. Pero ahí, en la estación.
“Apareció de la noche a la mañana. Llegó en el Metrotrén. Se bajó, le hice cariño y se vino a mi lado. A mí me gustan los animales y los perros saben cuándo uno les agrada a ellos”, recuerda Lorenzo Cariman Peralta, oriundo de San Rosendo, actual auxiliar de la estación, con casi 50 años ligado a ferrocarriles.
Estuvo como 4 días vagando por el andén y las instalaciones.
“Nadie le daba bola. Al verlo, yo le dije a mi colega: Démosle un poco de alimento a este perrito. Estaba flacuchento y era chiquitito. Le compramos alimento”, rememora el funcionario, quien lo bautizó como “Mopa”.
Rápidamente se ganó el afecto de todos los funcionarios, transformándose en uno más de ellos. Tanto así que comenzó a colaborar en labores de protección de las instalaciones ferroviarias.
“En la noche trabaja con los vigilantes de ferrocarriles. Ellos hacen guardia y pasan ronda y él los acompaña”, cuenta su amigo Lorenzo.
A su función de guardián nocturno, el propio jefe de estación- según cuenta Lorenzo Carimán- le ha agregado una de mayor jerarquía dentro del recinto. “Don Francisco Urrutia, le dice a veces: -Mira Mopa, si no estoy yo, tú me reemplazas, tú eres el jefe de estación que me reemplaza”.
-¿Qué le dicen sus compañeros?-
Todos lo quieren acá. No tengo los medios para comprarle yo solo el alimento y todos colaboran: Don Marco, Don Jorge Reyes, Juanito González, Don Benjamín y hasta el jefe de estación, colocan algunas monedas para comprarle su alimento. Pero él no es glotón así que nos alcanza con 7 ó 10 lucas. Al principio comía harto, porque llegó flaquito.
-¿Y los pasajeros qué opinan, ha tenido reclamos?-
Es manso con los pasajeros. A algunos que son un poco pesados yo les digo que el perrito no les va a hacer nada. La gente es cariñosa con él. Se toman fotos con él. Es más famoso que nosotros. Mopita no es mañoso y le gustan los niños. Cuando no está, todos preguntan por el Mopita. Todos tienen que ver con él. Es un muy buen animal.
-Pero, según usted también contaba, Mopita tiene mucha astucia para detectar a los que no se portan bien-
Es muy buen perro. Detecta a todo lo que es malo, a los angustiados. Conoce a la gente de mala vibra. Es un animal que cacha a los que son de mala racha.
-¿Conversa con su perro, cuando están solos?-
Le digo: Ya hijo, vamos a trabajar. Él mueve su colita y me hace cariño. Le gusta que le tome la orejita. Le gusta apegarse a mí. La gente ve que donde estoy yo está él.
-Es su amigo-
Es un buen amigo y un buen compañero de trabajo. Yo y él somos felices juntos. Sabe que no voy a fallarle. Por eso lloré y sufrí cuando estuvo perdido como 6 días (andaba enamorado).
Y bueno, Mopa también sufre cuando Don Lorenzo se va a su casa por las tardes.
Cuando regresa, alrededor de las 6 de la mañana, y se baja de la micro que lo trae de Punta de Cortés, lo está esperando. “Sabe los horarios. Es bien inteligente. Me va a encontrar a la micro. Me hace cariño.
La gran preocupación de este hombre es que un día va a tener que dejar de trabajar y regresar a su pueblo natal: San Rosendo.
-Sería muy difícil dejarlo acá, ahora que son tan amigos-
En algún momento me tendré que ir y va a ser muy difícil dejarlo tirado, porque estamos acostumbrados a estar juntos. Según mis colegas, él me busca cuando no estoy. Se pone muy triste. Y yo también. Nos echamos de menos. Todos los funcionarios lo queremos mucho y va a ser triste cuando tengamos que separarnos. Pregúntele a los guardias y a mis colegas cómo es el Mopita, para que entienda bien este cariño con este animalito que es uno más entre nosotros. Me lo tendré que llevar.