“Después de despedir a la multitud, subió Jesús al monte a solas para orar; y al anochecer, estaba allí solo. Pero la barca con sus discípulos, estaba ya bastante lejos de la tierra, y era azotada por las olas, porque el viento era contrario. Y a la madrugada, Jesús vino a ellos andando sobre el mar. Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, y decían: ¡Es un fantasma! Y de miedo, se pusieron a gritar. Pero enseguida Jesús les habló, diciendo: Tened ánimo, soy yo; no temáis. Respondiéndole Pedro, dijo: Señor, si eres tú, mándame que vaya a ti sobre las aguas. Y El dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, caminó sobre las aguas, y fue hacia Jesús. Pero viendo la fuerza del viento tuvo miedo, y empezando a hundirse gritó, diciendo: ¡Señor, sálvame! Y al instante Jesús, extendiendo la mano, lo sostuvo y le dijo: Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste? Mateo14: 23-31
En estos tiempos tan especiales que nos toca vivir, vemos cómo día a día suceden acontecimientos que producen en nuestro interior un malestar difícil de explicar.
Nos vemos rodeados de situaciones que quisiéramos que no ocurrieran, pero suceden y están a la vista, y no quisiéramos ver lo que vemos ni escuchar las cosas que lamentablemente escuchamos.
Nuestra sociedad está convulsionada. Los acontecimientos que vivimos a diario nos demuestran que ante situaciones límites, aparece lo peor y lo más miserable que hay en el ser humano, lo cual provoca reacciones negativas y perjudiciales, que atentan contra la buena convivencia y la paz en que necesitamos para vivir tranquilos.
Estamos como navegando en medio de un mar embravecido azotado por las olas, y el viento enfurecido golpea nuestro barco como si tratara de desestabilizarlo y hundirlo.
Dice el texto bíblico citado anteriormente: “Y ya la barca estaba en el medio del mar, azotada por las olas; porque el viento le era contrario”. En medio de esta situación, Jesús aparece caminando sobre las aguas y los discípulos quedan “aterrados”, al no reconocerlo y pensar que era un fantasma.
Frente a la situación que se encontraban los discípulos Jesús enseguida les habló diciendo: “¡Cálmense! Soy yo, no tengan miedo”. Unos de sus discípulos, Pedro, dudó y dijo: “Señor, si tú eres, manda que vaya a ti sobre las aguas”. Jesús le dijo “ven”, y entonces Pedro salió de la barca y empezó a caminar hacia él, “pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo y comenzó a hundirse gritando ‘¡Señor, sálvame!’”
“Al momento, Jesús extendió su mano y sujetándolo, le dijo: ‘Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?’ Entonces, cuando subieron a la barca, se calmó el viento.
La Palabra de Dios a través de este relato nos muestra que por más difícil que sea la situación que estemos atravesando en la vida, existe una persona que siempre va a estar dispuesto a tendernos la mano y socorrernos, esta persona es nuestro Señor Jesucristo. Él puede aparecer milagrosamente en su vida en medio de la tempestad tal como lo hizo con Pedro, Él puede extender su mano y ayudarle con su presencia con el fin de que desaparezca todo temor y darte la paz que tanto anhela y necesita.
Tal vez en estos momentos usted no tenga la fe suficiente para lograr este encuentro; Pedro tampoco la tuvo, sin embargo nuestro misericordioso Jesucristo es quien va a extender su mano para tocarle, darle ánimo, levantarlo con el fin de que usted pueda tener un encuentro con quien traerá paz y felicidad a tu vida.
El relato bíblico termina diciendo que cuando Jesús subió a la barca, el viento huracanado se calmó. Lo mismo sucederá en su vida si deja entrar a Jesús en su barca, todo se calmara.
Pastor: Alejandro H. Cabrera C.