A sus 61 años, Carlos Sepúlveda ha estado ligado toda su vida a la División El Teniente. Nació en Sewell, donde también fue a la escuela y recuerda con nostalgia su niñez. Hoy, trabaja como operador de palas de carga LHD en la Mina Esmeralda.
“Tuve una infancia preciosa, todavía la tengo en la retina y me emociono cuando hablo de mi campamento. Nací en la cordillera, estudié en la Escuela N°10. Era otra vida”, afirma.
¿Cómo llegaste a la División?
Habiendo nacido en Sewell, siempre estaba la posibilidad de entrar a trabajar a El Teniente, aunque lo veía lejano. Mi papá trabajó 30 años en el concentrador Sewell, mi hermano mayor, ya fallecido, también trabajó en la empresa en la central Coya-Pangal, y mi otro hermano en la parte mecánica del concentrador.
Mi papá se había retirado y le informaron que abrieron postulaciones para hijos de funcionarios. Postulé, pasé los exámenes y logré entrar hace ya 34 años, con aspiraciones y sueños, tal como lo hizo él y muchas personas antes y después de nosotros.
¿Cuáles fueron tus primeras labores al entrar a El Teniente hace más de 30 años?
Llegué al concentrador Sewell el 4 de octubre de 1988, a la Planta de Molienda y también en el Chancado. Ahí estuve hasta el año 2000, que postulé a Esmeralda y me vine para acá, siempre en las áreas de operaciones.
¿Qué trabajos has realizado en Esmeralda?
En un inicio solo hacía el relevo en la reducción secundaria (reducción de rocas de gran tamaño para que puedan ser transportadas) y la limpieza de niveles. Me esforcé para tener experiencia en lo que yo quería hacer, que era operar las palas LHD (que extraen el mineral).
Cuando conocí las máquinas, las vi grandes, potentes y pensé que iba a ser responsable de cuidar un equipo de miles de dólares, pero también de protegerme a mi mismo. Son cosas que van ligadas. Aprender no es algo de un día para otro, a medida que pasó el tiempo fui adquiriendo experiencia, perdí el miedo y sé que hoy puedo hacer más baldadas que ayer, superar mis metas.
Es un trabajo entretenido. Nunca sé con qué me voy a encontrar cuando vuelvo a buscar una segunda o tercera baldada, porque el mineral va corriendo desde los piques. Eso es lo ‘encachado’.
¿Qué es lo que más le gusta de su trabajo?
Ser operador. Cuando estoy arriba del equipo pienso que estoy sacando la roca y que cada baldada, cada piedra aporta para que se construyan escuelas, caminos, una infinidad de cosas. Es difícil de describir porque envuelve un concepto muy grande, hay muchas cosas detrás de cada baldada, significa recursos, esfuerzo y sacrificio.
¿Con qué conceptos describiría estos 34 años en El Teniente?
Primero, felicidad. Porque gracias a mi trabajo tengo un buen pasar, formé una familia, tuve los recursos para darle la educación a mis hijos y ellos se esforzaron para tener sus carreras. También bienestar y tranquilidad, porque trabajo tranquilo. Subo al bus y no estoy preocupado porque sé que mi familia está bien, yo estoy bien y mi trabajo también.
¿Qué piensa tu familia de que trabajes acá en la División?
Mis hijos están contentos y felices de que yo trabaje aquí, sé que Carlos y Gonzalo están orgullosos de su papá, que mi esposa Magali está orgullosa de su marido, porque saben que soy una persona responsable con mi trabajo.