Hay temas que son recurrentes, y que luego entran en hibernación: los incendios forestales en verano, inundaciones y calles anegadas en invierno, y también, lo que motiva esta columna: las pruebas de selección universitaria que se realizan hacia fines de cada año.
¿Qué ve Usted cuando observa un puntaje PAES? (o, antes, PDT, PSU, PAA). ¿El mérito o capacidad del estudiante? ¿El apoyo de la familia? ¿El mérito del colegio? ¿Del reforzamiento particular? ¿Del apoyo del preuniversitario?
Convengamos algo: una cosa es el instrumento y sus propiedades, otra diferente, es el uso o propósito que se le quiera dar, y otra más diferente aún, tiene que ver con las atribuciones causales que se les quieran asociar a sus resultados.
Partamos por el instrumento. Habiendo participado en comisiones técnicas de las pruebas de selección anteriormente, puedo dar fe de la rigurosidad con que se realiza el diseño, revisión, validación y pilotaje. La prueba es, desde el punto de vista psicométrico y logístico, algo para enorgullecerse. No hay filtraciones de preguntas, sobornos o casos de faltas de probidad. Hay que valorar la institucionalidad cuando funciona, y en tal sentido, el DEMRE ha sabido cumplir su cometido.
Vamos al uso. Según DEMRE, se busca que este instrumento permita evaluar las competencias necesarias para el éxito en la educación superior; es decir, tanto “el saber” como el “saber hacer”, alejándose en parte del foco de su predecesora PSU, cuyo propósito era la selección de postulantes a la Educación Superior, elaborada sobre la base del currículum vigente, específicamente en los Objetivos Fundamentales y los Contenidos Mínimos Obligatorios. Podría pensarse como analogía que antes la PSU era preparación para abrir la “llave de la puerta”, mientras que ahora la PAES es “la habitación a la que quieres entrar”. Al tener sólo una (y muy reciente) aplicación, hay que tener la paciencia y tiempo de análisis adecuados para juzgar su efecto. Pero también, al menos por lo que fue la participación de actores involucrados en su diseño conceptual, también podría pensarse que su objetivo está igualmente cautelado.
Vamos al tercero, quizá el más complicado de todos, porque aterriza en el terreno de los intereses de los agentes involucrados. Parto haciendo una analogía muy extrema, pero a mi juicio necesaria, aunque sólo para fines ilustrativos.
Imagine que Usted me confía a su hijo por los 4 años de la Enseñanza Media, y que, durante esos 4 años, yo sólo me dedico a leerle cuentos y crucigramas a su hijo, ya que estoy convencido de que es lo que necesita para su éxito en la vida. Su hijo, como tiene su propio objetivo (entrar a la Universidad), decide prepararse por su cuenta, y “reforzar” su preparación contratando a otra persona (le pondré “Señor X” para mantener el misterio), para lo cual Usted, cuyo propósito es también que su hijo acceda a la mejor oportunidad universitaria posible, financia dicho interés.
Adicionalmente a todo lo anterior, su hijo, por toda la motivación que tiene para ingresar a la Universidad, buscó por internet y repasaba constantemente en el “Canal del Sr. Y”, donde veía videos, resolvía ejercicios y descargaba material.
Afortunadamente, a su hijo le va muy bien, logra entrar a la carrera que quería, o que al menos creía que quería (ya hablaremos de orientación vocacional y mercado laboral en otra columna…), y todo es felicidad. Yo podré arrogarme ante mis pares el que, gracias a mí, su hijo entró a la Universidad con muy buen puntaje, y probablemente esto me signifique que más gente me confíe a sus hijos para esta preparación.
Por otro lado, el “Señor X” también podrá mostrar que sus servicios fueron muy efectivos, y también se encargará de promocionar dichos logros, porque seguramente, cuando Usted contrató al “Sr. X”, acordó que en caso de irle bien le permitiría dar crédito y publicidad sobre su hijo.
A priori entonces, luego de conocer el puntaje de su hijo, podría pensarse que el mérito es mío, del “Sr. X” y del “Sr. Y”, y de manera indiscutible, de su hijo. No obstante, aquí es donde vienen los problemas: no es fácil “desagregar” este mérito o demérito. A lo mejor, mis crucigramas sirvieron para bajar la ansiedad de su hijo, le abrieron la mente, o simplemente no tuvieron mayor propósito en la prueba. El “Sr. X” quizá preparó a su hijo justo para lo que se preguntaba, o se confió tanto en que sabía lo que se preguntaría que no lo preparó para nada más, y como no le fue bien, tampoco se encargó de promocionar a su hijo dentro de su publicidad. Y el “Sr. Y”, a lo mejor preparó material de calidad y con mucha dedicación que le sirvió mucho a su hijo, o bien, pudo pasar que aun con el mejor de los propósitos, preparó material lleno de carencias conceptuales o errores que lo terminaron perjudicando, pero a diferencia de lo que pasa conmigo y con el “Sr. X”, con el “Sr. Y” no medió “relación contractual”.
Como ve, el mérito o demérito del puntaje puede ser muy bueno o muy malo, dependiendo de lo que ocurra con una serie agentes que no tienen mayor relación que ser motivo de interés para los propósitos que persigue su hijo. Si su hijo tiene la suerte de que tanto yo, como el “Sr. X” y el “Sr. Y” somos buenos en lo que hacemos, sin duda contribuiremos, cada uno desde su rol, al logro de su hijo.
Un detalle no menor. Tanto yo como el “Sr. X” le significamos a Ud. un costo, que puede ser alto o bajo dependiendo de nuestro “prestigio”. Luego, aun cuando la prueba PAES no tenga o minimice las barreras de entrada para su rendición (ya que exime de su costo a los establecimientos municipales o particulares subvencionados), es evidente que existen, utilizando la jerga económica, ciertas imperfecciones de mercado respecto de la prueba, ya que determinan un acceso desigual a estas oportunidades para prepararse. Quizá parte importante de la variabilidad observada entre puntajes municipales y privados se deba más bien a la posibilidad de contar con muchos “Sres. X” de parte de estos últimos, al menos es lo que sugieren las expresiones de gratitud de los estudiantes cuando son entrevistados.
En estos días, muchos colegios se atribuyen los méritos de los puntajes de sus estudiantes (evidentemente, sólo de los buenos puntajes). Los preuniversitarios hacen lo mismo (coincidentemente, sólo sobre los buenos puntajes). No hay mérito directo sobre los canales de youtube u otros donde abundan los “Sres. Y”, pero sería bienvenida una opinión orientadora al respecto.
Si recuerda el refrán “no juzgar un libro por su portada”, le presento otro: “no juzgue un colegio por sus resultados de la PAES”. La labor de un colegio no es preparar a su hijo para la PAES, sino educarlo y prepararlo para la vida. Si dicha educación es adecuada, esto repercutirá positiva y favorablemente en relevar esta capacidad mediante la puntuación de este instrumento (si es que su hijo desea ingresar a la Universidad), y que Usted podrá complementar con apoyo de los “Sres. X e Y”, idealmente contando con la ayuda del Estado para contratarlos y reducir estas brechas. Afortunadamente, la nueva orientación por competencias que persigue la PAES debiera favorecer el poder justipreciar el real aporte del colegio para que pueda dedicarse a lo suyo (formación), en vez de estar jugando a ser “Sr. X” durante los últimos años de la Enseñanza Media.
Académico del Instituto de Ciencias Sociales
Universidad Estatal de O’Higgins