Por: Julio César Moreira.
Mario Márquez Maldonado cuenta que él, su colega Patricio Miranda, más el abogado observador, el francés Mario Estasi, salieron de la sala de litigación, “nos sentamos en la vereda y nos pusimos a llorar”.
Sus defendidos, todos militantes del Partido Socialista, habían sido condenados a muerte.
Era el año 1974, él tenía 27 años, laboraba en Valdivia y hacía dos meses que ejercía profesionalmente.
“Imagínate, alguien que está recién empezando y se encuentra con que le condenan a sus clientes a pena de muerte”, evoca este conocido abogado rancagüino que, durante el gobierno militar fue uno de los adalides de la defensa de los derechos humanos en la Región de O´Higgins.
Nació en Puerto Varas el 1 de mayo de 1947. Cursó la enseñanza básica en la Escuela 13 de Graneros; continuó estudios en el Liceo de Hombres de Rancagua, para finalmente titularse de abogado de la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile.
Tilda de inolvidables los 5 años en el Hogar Universitario Belisario Torres, albergue destinado a estudiantes de provincia y que “no fueran muy favorecidos, por la mano de Dios, en lo económico”, especifica.
Las carencias eran notorias, pero aún así “nunca nos faltó para la media docena de pílsener; porque la pobreza, a veces, a uno lo vuelve creativo”, rememora y afirma, dejando escapar una estridente carcajada.
Reconoce que sus alegrías y dolores fueron intensos.
-¿Qué motivó el que abrazaras, en ese difícil época, la causa de los derechos humanos?-
Viene de mi adhesión a la religión católica. En los 60s conocí a la Juventud de Estudiantes Católicos (JEC), cuando el asesor era el Obispo Emérito, Miguel Caviedes. Ahí nace mi inquietud por lo social, porque me di cuenta de lo difícil que era hablarle de Dios a personas que no tenían comida. Eso es lo que me llevó a luchar por los derechos humanos. Lo político viene de mi madre que era una activa militante falangista.
En la Universidad había un profesor que dedicaba un capítulo de su programa al tema de los derechos humanos. Pero lo hacía con un objetivo político; en el sentido que le interesaba demostrar que la Unión Soviética estaba entre los pocos países que se negó a firmar la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Para mí, el tema me pasó de largo.
Además, el derecho a la vida, a la educación, entre otros, eran tan evidentes que no nos preocupaban en ese entonces.
El derrocamiento de Salvador Allende y el gobierno de la Unidad Popular, acota Mario Eugenio Márquez, cambia toda la visión de los jóvenes y profesionales de la época.
“Estábamos todos muertos de miedo y jamás pensé en tomar la defensa de personeros políticos de la Unidad Popular”, recuerda este, en ese entonces, partidario del Mapu (Movimiento Popular Unitario).
DE LA CONAF A LOS DDHH
El hijo de Don Reginio Márquez y Rosa Maldonado, ya convertido en abogado, se va a Valdivia, para trabajar en la Conaf.
Estando allí, un compañero de trabajo le pide que defienda a un tío preso político y por cuya causa siente que su abogado no ha hecho lo suficiente.
“Le contesté que sólo tenía 2 meses de profesión. Le pedí que le dijera al colega que llevaba el caso, que contara conmigo, para cualquier colaboración. Fue una respuesta de buena crianza, para que no se fuera frustrado”, admite hoy, a sus 75 años.
Lo sorprendente fue que, a la media de transcurrida la conversación, llegó un señor con un maletín que “se sienta frente a mí y me pasa un cartapacio (carpeta con documentos). Me dice: Colega, usted me llega como caído del cielo, porque soy el único en Valdivia que está tomando estas causas (detenidos políticos).
La aparición del abogado Patricio Miranda, cambian la vida del actual juez de policía local y con él conoce lo que son los “Consejos de Guerra”.
“ A la primera defensa que tomamos, vino, como observador, el abogado francés Mario Estasi. Entramos al Consejo y nos hicieron sacar la ropa. La persona nos dijo que esto no tenía importancia y que sólo era para velar por la seguridad y que no anduviéramos con una pistola. El ambiente era siniestro e irrespirable”, narra y describe.
El juicio comenzó en marzo y terminó en septiembre.
Una fecha inolvidable para Mario y sus colegas: “Terminó con condenados a muerte. Nos sentimos fracasados. No entendíamos nada. El Francés miraba y decía, mientras estábamos sentados en la vereda llorando, estoy viviendo un sueño, qué es lo que pasa aquí. Todo parecía surrealista”.
Felizmente, para los condenados- entre ellos el intendente de Valdivia- la pena de muerte no se concretó.
Pero Mario Márquez fue desvinculado de la Conaf y debió retornar a Rancagua, para ejercer acá, donde, al poco tiempo, comenzaron también a funcionar los Consejos de Guerra.
La experiencia adquirida en la ciudad del Calle Calle, lo llevó a colaborar e involucrarse en la defensa de los presos políticos.
En San Fernando, le tocó, según cree hoy, vivir la experiencia más traumática en lo profesional y humano. “Mientras hacía mi intervención, el presidente del Consejo de Guerra, un teniente coronel, me dice: ¡Señor abogado, lo que usted está diciendo es absolutamente contra a la Junta! (de Gobierno). Por lo tanto, usted se queda aquí, porque vamos a estudiar su responsabilidad personal, por lo que está diciendo”, describe.
Mario Márquez reconoce, hidalgamente, que, en ese momento “me cag.. de miedo”. No fue más que eso, porque “felizmente no pasó nada y seguí tomando defensas de políticos. Lo peor, en todo caso, es cuando condenaban a muerte a los defendidos”.
A LA VICARIA
-¿De qué vivía usted, si los presos políticos no podían pagar, por sus servicios?-
A costa de mi familia; pero, al poco tiempo me vinieron a buscar del Comité Propaz. Trabajar para la iglesia era distinto. Me vino a buscar Gustavo Villalobos quien fue abogado de la Vicaría. Estuvo harto tiempo preso. Lo acusaron de actos extremistas. Era un hombre de izquierda, pero más tranquilo que una foto.
En la Vicaría conocí a gente como José Miguel Parada, que era el encargado provincial.
-¿Cuál fue el caso más terrible que viste o trataste y que puso en riesgo tu vida?-
Nunca sentí que mi vida estuviera comprometida, pero todo el mundo me decía que sí.
En Temuco:
Le gritaron un gol al alcalde y los sacaron con Carabineros
Más allá de los momentos tensos, Mario Márquez se toma con humor algunos hechos que le tocó protagonizar.
El primero de ellos es el que involucró al dirigente sindical y político, Rodolfo Seguel.
Era un día domingo, entre las 21: 30 y las 22 horas. Mario estaba en su casa, cuando una llamada telefónica lo hizo desistir de acostarse.
Al otro lado del teléfono está Seguel, quien se encuentra en un restaurante del sector norte de Rancagua.
“Me dice: Salí a comer con mi señora y mis cabros chicos y hay unos curados por aquí cerca y me están hueve…”, señala el abogado.
“Le pedí que me esperara. Pasé a buscar a Eugenio López y a Eduardo Díaz. Partimos para allá. En cuanto llego me doy cuenta de la presencia del intendente militar de la época, de apellido Silva, que me conocía. Miro hacia la mesa en que estaba comiendo y tengo la mala idea de decírselo a mis amigos”, rememora.
Seguel se para, toma a su hijo chico y se para frente a Silva.
“Hijo, mire, estos son los asesinos de los chilenos. Quiero que los conozca y los vea a la cara. El niño tendría unos 7 años”, son las palabras que recuerda Mario.
“Yo dije: aquí nos llegó. El intendente se para y llama por teléfono. Casi de inmediato llega una patrulla militar y una de carabineros. No hubo ningún empujón, sólo ordenó que se constituyeran los uniformados. Eso demuestra la valentía de Seguel. Pero yo encontré que lo de él era suicida”.
El intendente ordena a carabineros que procedan. Seguel dice “no me toquen, yo me subo solo”, al momento que un policía intenta subirlo al vehículo de Carabineros.
Uno de los del grupo armado le dice al intendente, “no sea H…, eso es lo que anda buscando Seguel. Si lo mete preso delante toda la gente, usted está haciendo lo que él quiere”.
El intendente reacciona y le pide a Mario Márquez, Rodolfo Seguel y sus otros amigos que se vayan.
EL GOL DE O´HIGGINS
O´Higgins viaja a jugar a Temuco, ante Green Cross. Mario Márquez y un grupo de amigos hacen barra desde el Block J.
Delante de ellos está Germán Becker, alcalde de la comuna, hinchando por los locales del Cautín.
A los 2 minutos del encuentro, Trujillo anota para la visita.
Mario Márquez y sus acompañantes inician una ensordecedora celebración. Le gritan el gol, en la cara, a la primera autoridad comunal.
Son invitados por la policía a abandonar el lugar, por burlarse del edil de apellido alemán. “Yo quería gritar y hacerlo frente a alguien que representara al gobierno”.
TODOS COREAN A MARIO MÁRQUEZ
La defensa de los dirigentes y trabajadores de El Teniente- caso Siete Semanas, entre otros- es algo que nunca va a olvidar. Tampoco los 4 años que estuvo al otro lado del escritorio, como encargado de Relaciones Laborales de la minera.
“En un almuerzo de aniversario de El Teniente, entré al salón. Nunca en mi vida había escuchado una pifiadera más grande que esa (ríe con convicción). Que a la gente la aplaudan de pie es increíble. A mí, ¡me pifiaron de pie!”, cierra, sin parar de reír.