No es un secreto, están desprestigiados.
No es ninguna novedad, muchos no confían en ellos, pero lo cierto es que son muy necesarios.
Y no estamos hablando de vacunas o de algún molesto procedimiento médico sino de los partidos políticos.
Y es cierto que mucho de lo anterior se lo han ganado especialmente ante la sensación de que muchas veces operan en favor de intereses particulares y no del bien común o lo poco que aportan al desarrollo del país los dimes y diretes que a veces más parecen farándula que política.
El diccionario panhispánico del español jurídico define a los partidos políticos como “asociación de base privada que cumple funciones públicas, es expresión del pluralismo político e instrumento de participación, concurre a la formación de la voluntad popular y crea la representación política a través de la presentación de programas y candidaturas electorales” y a su vez la RAE entre otras acepciones define política como “arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados; actividad de quienes rigen o aspiran a regir los asuntos públicos. actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo”.
Es decir es imposible pensar en una sociedad organizada, menos en un sistema democrático sin partidos políticos, que cumplen la insustituible función de comunicación, canalización y expresión en la vida política de una sociedad.
Pero en Chile los partidos políticos son las instituciones con mayor rechazo por parte de la ciudadanía. Apenas un 2% en la última encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP), y también la peor calificación en la última encuesta Cadem (4%).
Un 91% cree que solo privilegian sus intereses, un 82% encuentra que están muy divididos en grupos al interior, y un 95% cree que no representan los intereses de la gente. Ante la pregunta de cómo votan los diputados y senadores, se muestra una clara preferencia porque lo hagan de acuerdo a sus preferencias más que a los intereses del partido.
Lo anterior tiene seguramente múltiples causales donde la actual situación en parte debe ser consecuencia de estrategias electorales que muchas veces están centradas en la imagen, en la cuña fácil, en la superficialidad de la relación entre representantes y representado que en reales ideas, propuestas o visiones. Y esto la ciudadanía lo advierte y castiga.
Soluciones no hay fáciles, no solo es necesario educar sobre la importancia de los partidos al mismo tiempo que los mismos deben volver a ser original como instrumento de participación y concurrencia a la representación política, dando así una mayor importancia a las bases y a ser consecuentes con sus ideas al momento de expresarlas en proyectos, votaciones y actuaciones.
Es que sin los partidos para organizar la vida política ¿qué sustitutos tenemos? En las actuales circunstancias no contamos con organizaciones de reemplazo que continúen realizando las funciones de los partidos. Probablemente algunos de ellos sean obsoletos, pero sin partidos que organicen y estructuren en alguna medida la competencia por el poder en todos los niveles del gobierno, la democracia, especialmente en las grandes sociedades urbanas, será imposible.
Al mismo tiempo es necesario resaltar la obligación que tienen los dirigentes partidistas de informar sobre el origen y destino de sus recursos económicos, eso sí reconociendo que sin dinero no puede haber partidos, elecciones ni campañas para llegar al poder, por lo que finalmente es responsabilidad de todos en cuanto ciudadanos contribuir en este rubro al proceso democrático.
Y claramente asumir el desafío de alejarse de posturas populistas y poco realistas, es que finalmente la democracia significa necesariamente mayor desarrollo económico y este desarrollo no se puede concebir si no va de la mano de arreglos duraderos, de modificar las reglas del juego político para obrar conforme a esas nuevas reglas, esto en un contexto de cambio Constitucional.
En este sentido hacemos propia lo dicho por Susana Gazmuri, profesora del Instituto de Historia UC en Revista Universitaria ( https://revistauniversitaria.uc.cl/especial/democracia-sin-partidos/17687/) “Los partidos son necesarios para organizar y dar sentido al conflicto político, al mismo tiempo que evitar que este derive en violencia. A su vez, la historia devela que estas formaciones no son eternas; desde la instauración de los gobiernos democrático-representativos, han mutado su composición social e ideológica, las alianzas entre ellos y las agendas que quieren acometer. Lo que parece estar desapareciendo es el sistema de partidos políticos tal como lo hemos conocido en los últimos treinta años y lo que seguramente vendrá, como indica la actual alianza de gobierno, serán nuevas asociaciones, es de esperar que más participativas y democráticas, que deberán enfrentar un mundo con nuevos retos que generarán nuevos conflictos”.
Luis Fernando González Vallejos
Sub Director