Carlos Pérez Wilson
Académico del Instituto de Ciencias Sociales
Universidad de O’Higgins
En una columna anterior, un colega indicaba que «El cuerpo académico de la UOH tiene ante sí la oportunidad de tomar las riendas para que el futuro de la casa de estudios regional sea dirigido por alguien que tenga sus raíces, corazón y proyecciones en la misma», instalando –prematuramente a mi parecer- la coyuntura eleccionaria.
Desde la libertad personal y de conciencia que me otorga el no estar interesado en optar a un cargo tan relevante, planteo algunos comentarios a dicha afirmación.
Ninguno de los que formamos parte del cuerpo académico y funcionario de la Universidad de O’Higgins (UOH) somos egresados de la UOH. En su mayoría, tampoco somos originarios/a de la región, pero hemos ido conociéndola a partir de nuestra llegada a la Universidad. Varios/as llegamos antes, otros/as algo después. El tiempo que separa al primer “pionero” del último “ingresado/a” es de sólo… 7 años. Frente a este breve lapso de tiempo, el establecer como credenciales meritocráticas el ser parte de “las raíces” supone cierto juicio subjetivo respecto de la temporalidad y arraigo que se insinúa. No veo porqué quien haya ingresado el 2017 pueda ser considerado como parte de las raíces de la institución, mientras que quien haya ingresado el 2020 ya no lo pueda ser, o sea demasiado tarde para “enraizarse”. Una medida cronológica tan breve como la que exhibe nuestra Universidad no debiera ser motivo de segmentación entre “dignos” y “no dignos”, o “propietarios” y “no propietarios”. Creo que todos quienes hayan sido agentes colaboradores participantes de esta intensa y hermosa etapa fundacional que está culminando este año merecemos igual reconocimiento y consideración.
Respecto de “tener el corazón en la institución”, tampoco me es evidente el que se deba tener más corazón sólo por haber tenido la posibilidad de llevar más (breve) tiempo en la institución. Muchas personas que laboran en la Universidad viajan todos los días desde Santiago porque su familia está arraigada allá, sin que ello signifique tener menos “corazón” que aquellos/as oriundos de la región, que finalmente logran hacer realidad su sueño de regresar a su territorio de origen a trabajar, o que estén en este momento haciendo los esfuerzos por venirse. Todos pueden, independientemente de haber estado desde sus inicios, contribuir con gestos de esfuerzo y sacrificio silencioso a la comunidad universitaria. El pretender asignar discrecionalmente quién tiene o no tiene “el corazón” puesto en la institución me parece desafortunado.
Respecto de las proyecciones, quisiera hacer notar que quienes estamos acá renunciamos o dejamos nuestro trabajo previo, y no necesariamente por falta de compromiso con dicha institución, pero el destino académico, personal o familiar nos trajo hasta acá. Frente a esto, ¿alguien podría dudar del genuino interés de cada uno de nosotros/as por estar acá actualmente? Aludiendo a una de las frases de Tolkien, “ni el más sabio conoce el fin de todos los caminos”. El destino dirá si la UOH será el último lugar desde donde podremos seguir contribuyendo académicamente, y eso no debiera quitar mérito a la labor de quienes estamos actualmente siendo parte de la comunidad y contribuyendo a su crecimiento y consolidación.
Además, focalizarse en el carácter unipersonal respecto de quien “tome las riendas” de la institución adolece de dos debilidades: la primera, el pensar que el éxito de una institución depende exclusivamente de una sola persona virtuosa y no de un equipo de personas igualmente virtuosas, pero también competentes, que apoyen irrestrictamente a quien lidere. Y, en segundo lugar, pensar que basta el voluntarismo para suplir una serie de otros elementos igualmente relevantes para asegurar una gestión exitosa en el completo y complejo mundo de las instituciones de educación superior. Rectoría viene a ser la etapa que corona un historial de vida y experiencia académica amplia, diversa y exitosa para poder ser agente relevante en el CRUCH, CUECH, Ministerios y Sectores del mundo político. Además, y no menos importante, debe tener una genuina sensibilidad, respeto y credibilidad frente a toda la comunidad universitaria.
La Región de O’Higgins tuvo una oportunidad histórica de contar como primer Rector de la UOH a Rafael Correa, quien igualmente, no siendo oriundo de la región, supo y se dispuso a ser parte de ella. Espero, por lo mismo, que la historia le reconozca ese gran mérito, y que igualmente pueda demostrar que gran parte de la tranquilidad que pudo vivir la Universidad de O’Higgins en su primera etapa, y de cómo se sortearon las vicisitudes propias de un proceso de instalación tan complejo e intenso, tuvieron que ver en gran parte con los atributos personales que Rafael Correa exhibía y poseía, y que permitieron sin duda inhibir la segunda debilidad que mencionaba. Evidentemente, nuestra/o futura/o rectora o rector no puede ser un desconocido/a para la institución, pero presuponer una especie de virtuosismo en orden de prelación como característica inherente de mérito o ventaja para un cargo tan relevante, creo que atenta contra el propio ethos de una comunidad universitaria.
La futura elección de rectora o rector de la UOH será sin duda un hito importante y de alto interés para la región y para la comunidad académica. Por lo mismo, sería esperable que su foco se centre más bien en un sano, respetuoso y profundo intercambio de ideas, propuestas, equipos e historias de vida de cualquiera que considere tener el mérito, vocación y apoyo de pares para presentarse a una candidatura al más alto cargo que tiene la Universidad. Se debe exhibir a la sociedad un debate académico altruista, culto e informado frente a una inquietud tan relevante como la que es aquella de proyectar su Universidad estatal regional para los próximos años. Todas y todos debieran estar convocados/as e integrados/as de manera ecuánime.
Termino, por lo mismo, recordando otra de las frases atribuidas a Tolkien: “En la duda, un hombre de bien debe confiar en su propio juicio”.