Mauricio Muñoz
Analista Observatorio Laboral
Universidad de O’Higgins.
Las características de las ocupaciones asociadas al Agro, su bajo nivel salarial, el vínculo laboral temporal, la escasa y focalizada incorporación de tecnología en las faenas y la aversión cada vez mayor de los trabajadores frente a tales condiciones, son todas problemáticas que impactan negativamente en la productividad del sector, así como en el aporte de este a la generación de empleo de la Región de O’Higgins. De hecho, si observamos las últimas mediciones disponibles, se puede apreciar que entre los trimestres agosto-septiembre-octubre y septiembre-octubre-noviembre 2022, si bien el empleo en el Agro en la región aumentó en 2.180 puestos de trabajo, este incremento es el menor de la última década, incluyendo los años de pandemia.
Aun así, el sector Silvoagropecuario es uno de los más importantes a nivel regional. Después de la minería, es el segundo que mayor aporte entrega al Producto Interno Bruto de la región (909 mil millones de pesos) y, al mismo tiempo, es el que marca el carácter estacionario de su economía, llegando a emplear en promedio a casi 100 mil personas durante los meses de verano, cuando la demanda de trabajadores en el sector aumenta debido a la cosecha. Este crecimiento, además, dinamiza el Comercio, otro de los rubros relevantes para el empleo en la región.
La mayor parte de quienes trabajan en el Agro lo hace en las llamadas “ocupaciones elementales”, es decir, realizando tareas más bien rutinarias o repetitivas, que requieren de poca experiencia y baja cualificación, una breve inducción o limitada capacitación e iniciativa. Las personas empleadas en este tipo de ocupaciones realizan tareas sencillas y habituales que pueden requerir el uso de herramientas y un nivel considerable de esfuerzo físico. No se exigen altos niveles de escolaridad y, por lo general, estas labores se realizan de manera subordinada, es decir, bajo la dirección o supervisión de otras personas. La mayoría de las ocupaciones en el Agro son de baja sofisticación, la incorporación de tecnología es limitada, acotada a procesos específicos, y, cuando esta se ha implementado, utilizando riego automatizado o equipos móviles, por ejemplo, lejos de generar desempleo, ha creado nuevos puestos de trabajo, que requieren de mayor conocimiento, pero que pueden ser absorbidos por la mano de obra ya inserta en el rubro, dado que son de apropiación rápida y simple.
Lo tedioso de las ocupaciones elementales, combinado con el bajo nivel salarial del sector que, según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), en promedio, durante el año 2021, sobrepasó apenas los $450 mil líquidos mensuales, ha generado cierta desafección de parte de los trabajadores con estas labores, sobre todo de los más jóvenes, promoviendo la incorporación, de manera temporal, por medio de contratistas e incluso informal, de inmigrantes dispuestos a soportar las condiciones laborales, en algunos casos extremas, que ofrece el Agro. El desinterés de los trabajadores locales por estas ocupaciones, en plena pandemia, llevó a una buena parte de los empresarios a sugerir que las ayudas sociales del Estado y los retiros de los fondos de pensión eran factores que desalentaban la búsqueda de empleo de las personas en el sector, poniendo en riesgo la producción de la temporada 2021-2022.
En el marco de una crisis climática mundial, asociada al calentamiento global, la escasez de agua y la degradación de la tierra, una alternativa orientada a impulsar la productividad del sector es promover políticas para implementar una agricultura sustentable, que entregue las bases para un modelo sostenible de producción y consumo. Esto implica invertir en infraestructura, en el diseño y la aplicación de nuevos sistemas de gestión y producción, de bajo impacto y que, al mismo tiempo, permitan la articulación virtuosa con otros sectores, como la producción de energía, la industria, el transporte e incluso el turismo y la salud, así como también introducir tecnología adecuada para tales fines que, a la vez que sofistique y haga más eficaces los procesos productivos, requiera trabajadores con mayores niveles de cualificación y eleve los estándares productivos, pudiendo acceder a certificaciones agroalimentarias, cada vez más valoradas los mercados.
La experiencia internacional ha demostrado el impacto positivo sobre el empleo de las políticas medioambientales, las cuales han ido acompañadas de incentivos gubernamentales complementarios como créditos fiscales, subvenciones, capacitación y formación de trabajadores, promoviendo, al mismo tiempo, nuevas y mejores ocupaciones. Está comprobado que invertir en sectores ecológicos acelera el crecimiento económico, la creación de empleo y el trabajo decente, ¿qué estamos esperando para entrar al siglo XXI?