Cuando Mateo Arnaldo Hoevel tuvo ya en Santiago la imprenta, que había encargado por su propia cuenta a los Estados Unidos, ofreció a la Junta de Gobierno de Chile imprimir en ella un primer periódico. Fue aceptado de inmediato, porque ya antes habían fracasado intentos de comprar una pequeña imprenta en Buenos Aires.
El 16 de enero de 1812, la Junta dio a conocer algunos detalles de los preparativos para editar un periódico. El respectivo decreto decía:
“No debiendo esperar con solidez el gobierno las incalculables ventajas que se han propuesto en la apertura de la prensa sin que sobre los reglamentos meditados se elija un redactor que adornado de principios políticos, de religión, talento y demás virtudes naturales y civiles, disponga la ilustración popular de un modo seguro trasmitiendo con el mayor escrúpulo la verdad que sola decide la suerte y crédito de los gobiernos, y recayendo éstas en el presbítero frai Camilo Henríquez, de la orden de la Buena Muerte, se le confiere desde luego este cargo con la asignación de seiscientos pesos ( $ 600) anuales .
“Hágase saber al público y cuerpos literarios para los efectos convenientes. Tómese razón en la Tesorería General y dándose testimonio al nombrado para que le sirva de título bastante, archívese.(Firman) Carrera, Cerda, Manso, Vidal, secretario”.
Por lo tanto, con poco más de un mes de anticipación, el activo Fraile de la Buena Muerte se hizo cargo de la dirección y comenzó intensos preparativos para la publicación del primer periódico chileno, que aparecería casi un mes después, el 13 de febrero de 1812.
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