Tras un intenso y esperado descanso en verano, por estos días aumenta la ansiedad, la contrariedad y la incertidumbre ante la vuelta a la rutina en niños, jóvenes y padres, y por ende el estrés que conlleva un nuevo año académico. Es que volver a clases es un proceso que cada año toma lugar en estas fechas con clases presenciales, evaluaciones estresantes y la dinámica del trabajo sistemático lo cual no es fácil de retomar.
Lo anterior sumado a los gastos económicos asociados al ámbito escolar pueden dificultar el proceso de adaptación a la rutina post vacaciones y puede contribuir y/o acentuar algunos problemas de salud mental. “El estrés es entendido como el malestar físico y emocional que experimentamos ante situaciones que sobrepasan nuestras capacidades, percibimos como amenazantes o escapan de nuestro control. En ocasiones, el estrés por el regreso a clases incluso se puede sumar a otros factores que ya estaban interfiriendo en la vida diaria, es decir, la “mochila” de malestares que teníamos antes, se hace un poco más pesada”, explica Eileen Green, psicóloga de la Asociación Chilena de Seguridad (ACHS) y especialista en psicología clínica y en intervención en crisis.
La experta recomienda conversar el tema en familia anticipándose al proceso. “Hay que evaluar cómo perciben la vuelta a clases, reconocer y validar en caso de que exista malestar asociado al retorno y/o destacar aspectos positivos, tales como reencontrarse con amistades, tener espacios recreativos, etc.”. Además, “hay que considerar una o dos semanas antes, la priorización en mantener hábitos saludables, tales como, acortar los horarios de trasnoche de los hijos y mantener horarios de las comidas coincidentes con la jornada escolar”, agrega. “Pero cuidado, porque ser estrictos probablemente genere más malestar que adaptabilidad. Debemos ser realistas. Los procesos de adaptación pueden ser distintos para cada persona, así que se recomienda considerar el partir lento y tener en mente que se irá retomando el ritmo después de un tiempo”.
REGULAR EL SUEÑO
Para la psicóloga infanto-juvenil de Clínica Universidad de los Andes, Susana Saravia, la importancia de involucrar a los niños en este proceso es vital ya que deben sentirse parte de esta etapa. “Para eso pueden elegir los materiales junto a sus papás e, idealmente, el día anterior que sean los más pequeños los que dejen lista su mochila”, asegura.
Y en el tema del sueño, regular las horas de dormir de nuestros hijos e hijas con al menos una semana de anticipación es lo más aconsejable. Así lo afirma la doctora Catalina Torres, neuróloga del Centro del Sueño de Clínica Santa María. “Durante las vacaciones de verano comienzan a dormirse más tarde y a despertarse más tarde, entonces entrar a clases, les cuesta más, están irritables, menos concentrados con somnolencia en la mañana. Es importante una semana antes de entrar a clase comenzar a levantarse más temprano y exponerse temprano a la luz, lo cual puede ser paulatinamente. Es importante dejar las pantallas, ojalá un par de horas antes de irse a dormir y además tener algunas claves ambientales sobre todo para los niños, ir bajando las actividades, las luces, ir de a poquito entrando en un estado más asociado a la noche y en la mañana temprano abrir las cortinas y que haya actividad”, aconseja la especialista.
Con ella concuerda el doctor Alejandro de Marinis, neurólogo y especialista en Medicina del Sueño de Clínica Universidad de los Andes señala que, “es necesario que una semana antes de entrar a clases, se empiece a acomodar el horario de sueño adelantando la hora de acostarse y levantarse 15 minutos por día y mantenerlo de forma similar durante todo el año. Es importante considerar que para lograr un sueño reparador se necesitan alrededor de ocho horas, lo que tiene múltiples beneficios, entre ellos, un mejor rendimiento escolar. Otro aspecto relevante es no dormir siesta durante el día, para no dificultar el inicio del sueño a la hora de acostarse”.
UNIFORMES Y ÚTILES
Si bien el estrés y ansiedad comienza en los más pequeños y jóvenes de la casa, este se comparte con los padres, ya que el aumento en los gastos de marzo crece debido a los uniformes y útiles escolares que deben comprar. Por ejemplo, los zapatos, zapatillas y mochilas, no pueden elegirse al azar o por moda ya que son accesorios de uso diario para los estudiantes, que incluso podrían repercutir en su salud si no son los apropiados.
El zapato debe ser confortable, es decir, el niño o niña, debe sentir su pie cómodo dentro del zapato, que le permitan los movimientos adecuados de los dedos y también del pie. Es importante una buena relación entre estabilidad y flexibilidad del calzado, es decir, que el niño mantenga un pie seguro al momento de la caminata con una suela que idealmente sea antideslizante, pero que al mismo tiempo le permita una buena flexibilidad. Además, es importante que los materiales sean transpirables y de esa forma se evitará el exceso de sudoración en el pie.
Para Rodrigo Beltrán, director de Carrera de Kinesiología de UDLA Sede Viña del Mar, dice que estos elementos deben ser útiles y funcionales desde el bienestar en salud, procurando no solo que sean cómodos, sino que también eviten malestares y dolencias a futuras. Zapatos y zapatillas “deben tener una holgura de un centímetro de la longitud total del pie. La plantilla debe ser blanda para una mayor comodidad y confort, tanto al caminar como al estar parado. Privilegiar materiales como el cuero por sobre los sintéticos, pues duran más, favorecen una mayor adaptabilidad del pie y una adecuada respiración, evitando la humedad. El zapato no debe oprimir el pie y la punta debe ser amplia para mayor comodidad de los dedos”, agrega.
Por su parte, en la elección de una buena mochila, debemos fijarnos en los tirantes acolchados y que permitan una buena sujeción entre la mochila y el dorso, el tronco del niño o niña y de la manera más ergonómica posible. En cuanto al tamaño, es ideal que el máximo vaya por la parte superior desde la altura de los hombros a la parte inferior que debe ser 5 centímetros por sobre el nivel de la cintura. Según la Organización Mundial de la Salud, la carga a trasladar en una mochila no debiera sobrepasar entre el 10% y 15% del peso corporal del niño o adolescente. Por ello, la mochila debe elegirse acorde con su estatura y peso para que la distribución de cargas sea homogénea, explica el académico de la UDLA.