Ayer ya varios colegios volvieron a clases, el lunes próximo ya todos los establecimientos que faltan habrán iniciado su año escolar y tras la pandemia de vuelta a algo parecido a la “normalidad” considerando la situación previa al Covid.
Ante todo, más allá de vacunas o sistemas híbridos, es evidente que estamos en una era digital, donde la pandemia vino a acelerar muchos procesos de digitalización.
Si bien nada puede sustituir a las clases presenciales, donde ciertamente el aprendizaje es de mayor calidad también es cierto que todo lo que se aprendió durante la pandemia en torno a como realizar una educación a distancia mejor, debería existir como alternativa permanente para tantas dificultades con que los estudiantes se pueden encontrar en un año, y así privilegiar su aprendizaje, especialmente cuando la alternativa sea la ausencia.
Pero también es cierto que no es posible generalizar, cada colegio, cada comunidad responde a realidades diversas por lo que las respuestas a sus especiales necesidades no pueden ser dictada desde Santiago, las respuestas deben ser dadas a nivel local. Ojalá el así lo entienda el Estado y deja que esto ocurra, siempre con el objetivo último de asegurar una buena educación para nuestros niños.
Es que tras un 2022 de transición, es necesario que este 2023 los aprendizajes de la pandemia sean valorados y se apliquen en la educación de manera permanente. Los cambios son necesarios y la educación debe estar a la vanguardia de los avances tecnológicos para entregar herramientas adecuadas a los estudiantes. Pero es importante también ser realistas y entender que cada comunidad tiene necesidades particulares y requiere soluciones adaptadas a su realidad.
En definitiva, la pandemia nos dejó importantes lecciones y aprendizajes que deben ser considerados para mejorar la educación. Debemos estar abiertos a los cambios y a la innovación, pero siempre manteniendo en el centro el bienestar de nuestros estudiantes y la calidad de su aprendizaje.
Luis Fernando González Vallejos
Sub Director