-Desde hace tiempo ya se habla de que se necesitarían más de 130 años para alcanzar la paridad de género en todo el mundo.
Tras la conmemoración del Día Internacional de la Mujer nos surgen inquietudes que nos convocan a la reflexión y análisis de la equidad de género en el país. El empoderamiento, desarrollo y participación social de las mujeres crece día a día, pero aún queda mucho por avanzar ya que las cifras y estudios afirman que la presencia femenina en todo ámbito de la social y público está por debajo de la participación de los hombres.
El índice global sobre brechas de género del Foro Económico Mundial mide el progreso mundial en este ámbito dividido en cuatro dimensiones: participación económica, participación política, educativa y sanitaria. Este instrumento de medición nos indica que Chile se encuentra en el lugar 47 entre 146 países evaluados con 73, 6 puntos de un total de 100. Y para visibilizar la perspectiva de género conversamos con dos expertas: Gabriela Rodríguez Arancibia, directora de Equidad de Género y Diversidades de la Universidad de O’Higgins (UOH), y Esperanza Faúndez Escandor, directora de carreras del área Ciencias Sociales en IP Santo Tomás Rancagua.
“Son múltiples las brechas, discriminaciones, desigualdades, violencias, exclusiones e invisibilizaciones que viven hoy las mujeres. La sociedad posiciona a los hombres en el mundo público, asociado al trabajo y lo político, mientras que a las mujeres se les segrega a lo privado, reproductivo y a las labores de cuidados, lo que no sólo conlleva discriminación, sino que también menos oportunidades para las mujeres”, opinó Rodríguez. “Las discriminaciones y violencias de género son vividas por las mujeres de maneras distintas, dependiendo del lugar que ocupa cada mujer en nuestra sociedad. Por ejemplo, se profundizan al ser mujer migrante, cuando son de las disidencias sexo-genéricas, al contar con alguna discapacidad, al vivir en el campo, al ser adulta mayor o niña, etc.”.
La inequidad de género existe en diversas áreas, siendo una de las peores la económica y laboral, según afirma Faúndez. “Estas brechas son históricas desde que los hombres han asumido el rol laboral en áreas como la Ciencia y la Tecnología, la ingeniería o matemáticas, la mujer cada vez más está por debajo de la incorporación en matrículas en la educación y en el mundo del trabajo”. Mucho de esto tiene que ver con el carácter cultural de nuestra sociedad, y por eso es vital ponerlo en la palestra, dijo. “En toda América Latina existe un sistema donde la mujer asume históricamente el sitial del ámbito privado antes del público, pese a que ha evolucionado”, argumentó la representante de Santo Tomás.
En cuanto al liderazgo público y los cargos directivos, todavía en América Latina siguen siendo utilizados por hombres con un porcentaje cercano al 70%. Según la encargada de Equidad de la UOH, el empoderamiento político es el área con más baja participación femenina, lo que refleja que ellas “se encuentran excluidas de los espacios de toma de decisiones, sin llegar a los altos puestos de liderazgo. Pese a situaciones valorables, como es la Ley de Cuotas, las mujeres siguen estando fuera de los lugares de poder, viéndose enfrentadas a las barreras existentes”.
“En países como el nuestro, el tema cultural sigue siendo muy fuerte lo que impide el posicionamiento de las mujeres”, indicó la docente Esperanza Faúndez, argumentando que el “rol del Estado favorece el cambio de perspectiva ya que las políticas públicas logran pasos relevantes al visibilizar esta temática dentro de la sociedad. Además, tiene el deber de tensionar estos cambios culturales sin quedarse solo con pensar que la sociedad por sí misma va a generar los cambios”.
MUNDO DEL TRABAJO
Comenzando los años noventa, la participación laboral femenina del país alcanzaba sólo un 31,7%. Pese a un ascenso sostenido de esta tasa en el tiempo, la brecha persiste sobre los 20 puntos porcentuales en relación a la tasa de ocupación de los varones. Según el INE, en 2019 alcanzó su punto más alto (53,3%) para decaer luego en pandemia a un 41,2% en 2020, principalmente en los sectores más feminizados como salud y educación. “Esto da cuenta de la fragilidad que tienen los avances y los derechos adquirido por las mujeres”, expuso con estas cifras Gabriela Rodríguez. A su juicio, las mujeres se estarían incorporando al trabajo con segregación de género, tanto vertical, lo que significa peor remuneración y mayor inestabilidad, como horizontal, referido a las ocupaciones definidas como típicamente femeninas culturalmente. “Debemos establecer una reorganización social de los cuidados, propiciando espacios complementarios y de corresponsabilidad, entre el Estado, las Instituciones, las comunidades y las familias. Al ser un tema subvalorados y ser asignado culturalmente a las mujeres, ha significado que ellas queden excluidas o bajamente representadas en el mundo laboral”.
Hace algunas décadas estos temas eran tabú y no se hablaban públicamente, aportó por su lado Esperanza Faúndez. “El ingreso y el empleo en la mujer es un tema fundamental ya que esto también permite trabajar otras problemáticas como es la violencia de género y la intrafamiliar. Cabe mencionar que 8 de cada diez familias monoparentales tienen a una mujer como jefa de hogar y ganan entre un 30% a un 40% menos de ingresos”.
Para ella todavía falta por avanzar y hacer en el ámbito del trabajo, sobre todo en lo que es la doble jornada, “que es cuando llegamos al hogar a seguir trabajando de forma no remunerada. El año pasado la OCDE sacó un promedio de cuántas horas involucran a la mujer versus al hombre en actividades domésticas. En Chile las mujeres trabajan en actividades domésticas casi 6 horas al día mientras que los hombres solo dos horas”, dijo la encargada del área de Ciencias Sociales del IP Santo Tomás.
Por otro lado, para la representante de la universidad estatal, la equidad de género pasa por transformaciones socioculturales en torno a los estereotipos. “Hay que educar para la igualdad y la inclusión, y para eso la difusión, la formación e investigación en temáticas de género es lo central. Todo ello debe ir asociado a la respuesta de los compromisos internacionales ratificados por Chile, como son los convenios y tratados internacionales como la CEDAW o la Convención Belem do Para, que mandatan al Estado en materia de equidad, no discriminación y erradicación de las violencias, fomentando el empoderamiento y las habilidades en mujeres con autonomía y desarrollo pleno de sus derechos”, aclaró.