RECORDANDO… Por Héctor González V.
¿Rodeos en Rancagua hace más de 90 años?… ¡Si no había medialuna!.. Puede haber sido el pensamiento de algunas de las personas que han leído el título de esta crónica del recuerdo. Explico: Sí, existía una rudimentaria medialuna, en la Feria Regional de Rancagua, al lado poniente de la Estación de Ferrocarriles. Se llegaba allá por la que era una angosta calle de tierra paralela a la línea del tren.
Estos torneos campesinos los llamaban “Rodeos de Beneficencia”, porque con el producto de las entradas se beneficiaba al antiguo Hospital San Juan de Dios de esta ciudad.
La “medialuna” se usaba en forma permanente como corral mostrar a los animales que estaban en venta. Los rematantes se ubicaban en unas graderías de madera que ocupaban el lado norte, desde donde hacían sus “posturas” para el remate. En los rodeos esas graderías las usaban los espectadores. El resto de los asistentes miraban las corridas en torno a la medialuna, parados sobre banquillos o cajones de madera.
El Rodeo de 1932 se efectuó los días sábado 18 y domingo 19 de noviembre. Recordemos que en los veranos de antes solían caer lluvias y fue lo que pasó en ese año, justamente cuando se estaba iniciando la fiesta. Los corredores estaban desde las 9 de la mañana en sus puestos y los animales en el apiñadero, cuando comenzaron las primeras gotas de agua y la lluvia fue poco a poco subiendo en intensidad por algunas horas, lo que obligó a que el rodeo se suspendiera hasta la tarde y volviera a comenzar después de las 4.
El programa indicaba: “almuerzo servido por señoritas”. Las mesas preparadas se llenaron totalmente. El almuerzo fue presidido por el Intendente de la Provincia don Luis Díaz Palacios. Allí fueron presentadas las candidatas a Reina y comenzó la “elección popular” con la venta de votos. Tres lindas jóvenes rancagüinas aspiraban al reinado: Armandina Águila, Amelia Weiss Benavides y Berta Letelier.
Al mismo tiempo, en otro sitio de los corrales, se iniciaba la “fiesta del pueblo”, con ramadas en las que se bailaba la cueca y corrían abundantemente la chicha y el sabroso vino de la zona.
Tres nombres alcanzaron especial relieve: el famoso y legendario Gil Letelier, que ganó el primer premio de las corridas del día siguiente, domingo. Oscar Martínez, el popular “Canario”, obtuvo el segundo premio y el tercer puesto lo recibieron los hermanos Caro, famosos también en toda la zona central el país.
Al final, se disputó el Champion con la participación de las mencionadas tres parejas.
En apretada lucha, el galardón fue obtenido por los Hermanos Caro, que se convirtieron en el objeto de todos los homenajes, al culminar la gran fiesta chilena.