“Este era rio propiamente tal, este era un brazo de rio que se vino por acá y pasó por la casa. Tuvimos la precaución de tener el portón abierto para que no se acumularan escombros dado que por acá pasaron muebles, madera, portones, juguetes, latas, y esta agua me inundó como un 1.10 metro toda la casa hasta el fondo”.
Con estas palabras Alejandro Abarca relata lo que vivió la jornada del viernes por la noche en la villa San José de la Dehesa de la localidad de Loreto en Coltauco cuando la lluvia caía incesantemente en la zona centro sur del país.
“Después de la fuerte lluvia empezó a llegar el rio de a poco, se empezó a filtrar el agua por debajo de la pandereta y por la calle, reforzamos la entrada, la puerta y el portón y como era fuerza de río, empezó a empujar la pandereta y se cayó primero la que tenemos con el vecino, y una hora más tarde se vino abajo la del frente”.

Continuó Alejandro recordando la pesadilla que estaba viendo pasar por sus ojos en una situación desgarradora. Las aguas del río Cachapoal se convirtieron en su peor pesadilla. Las repentinas inundaciones dejaron a la comunidad entera sumergida en la angustia y la incertidumbre.
“(el agua) venía tope a tope con esto, por fuera pasaba el caudal que venía de la calle, entraba por acá aprovechando que está en bajo, pasaba con una fuerza que uno no podía entrar, venía con tanta fuerza que aparte de botar la pandereta, botó este muro que era de ladrillo, lo botó completo”, recuerda Alejandro aún acongojado con el devastador golpe que le dio el inclemente sistema frontal que en la región hizo que se desbordaran los ríos Cachapoal, Tinguiririca y Claro dejando 11.274 damnificados donde 7.144 son de Coltauco, la comuna más afectada de O’Higgins.
MÁS QUE VIVIENDAS, EL AGUA SE LLEVÓ HOGARES
Leticia Ponce, una mujer valiente y resiliente, es otra vecina afectada de Loreto que no pudo hacer mucho más que ver la fuerza y rapidez con la que el agua invadió su casa llevándose consigo sus pertenencias más preciadas; pero por sobre todo su hogar, el que trata de poner de pie con la ayuda de familiares y vecinos cuenta:
“Está todo anegado, hoy sacaron barro y todos los muebles que se echaron a perder, se perdió living, cocina, algunas cositas pude guardar en el segundo piso, mi cama se perdió, el lavaplatos se hizo tira porque el agua fue muy fuerte, la corriente era muy fuerte”.
Junto a su marido hoy se refugia en la casa de una hija, mientras que durante el día trabaja en la remoción de muebles y enseres se encuentran inutilizable para ser retirados como escombros: “Mi hija me sacó de la casa, yo no quería salir de la casa, en el segundo piso tenía a mi marido porque es semi inválido, tiene artrosis en las rodillas entonces no podía bajar, así que lo teníamos en el segundo piso y lo sacaron en anda para afuera. Yo salí y el agua me llegó acá arriba, mucha agua”.
Mientras que Isabel Abarca quien tiene a su madre en silla de ruedas en un alberge, acongojada trata de limpiar lo que quedó en medio del fuerte olor a agua servida y barro que hay en su vivienda y en todo el sector“La pérdida aquí es total, el agua llegó hasta 50 cm arriba, acá todo esto está con barro, todo mojado, acá no se alcanzó a salvar nada, los baños, la ropa está toda con barro, frazadas, muebles, camas todo quedó inutilizable. El nivel que llegó el agua acá es impresionante”.

Ahora, la limpieza es una carrera a contra reloj antes que el lodo se solidifique al interior de los inmuebles, por lo que aparte de enseres, los vecinos necesitan elementos para satinizar las viviendas afectadas además de leña o carbón para secar una vez hecha la limpieza.
Y es que a medida que escuchamos los testimonios y presenciamos las imágenes desoladoras, se hace evidente que la situación de los anegados va más allá de las cifras y los informes estadísticos. Son vidas enteras las que se ven afectadas: sueños e ilusiones arrastrados por las aguas turbias. La reconstrucción será un proceso largo y arduo, pero la determinación y la solidaridad de la comunidad son un rayo de esperanza en medio de la tragedia.
