Septiembre claramente no es solo un mes más en Chile, y no es porque el 21 de este mes comienza la primavera ni porque la chicha o las empanadas llenan el ambiente. Tampoco estamos pensando en el 18 de septiembre de 1810 cuando por primera vez los chilenos tuvieron alguna voz en los asuntos del reino, faltaban varios años aún para que pudiésemos hablar de independencia. Nos referimos al 11 de septiembre que a pesar de haber pasado ya 50 años y que muchos de nosotros no estábamos vivos en 1973, sigue marcando nuestro devenir.
Los ciertos avances económicos que tuvo el país durante el gobierno militar no justifican bajo ninguna circunstancias las brutalidades cometidas, al mismo tiempo que indistintamente a que se pueda intentar justificar dado el complejo escenario político del momento el golpe militar, nada puede ni siquiera tratar de explicar lo ocurrido después.
Pero el problema no es ese, no es que legítimamente podamos tener visiones distintas sobre un hecho histórico, no es la división entre Carreristas y O´Higginstas que hoy es una discusión más bien academica pero que en su tiempo marcaron con fuego al naciente país, ni son los recuerdos obligados por las clases de historia de la cruenta guerra civil que asoló a Chile en 1891. Es una fecha donde las pasiones se levantan y lo que debiese ser una fecha de reflexión y de unidad en torno al nunca más marca una polarización que trasciende a toda nuestra sociedad.
Es de esperar que más pronto que tarde el “nunca más” sea una consigna de unión, al mismo tiempo que se transforme en una instancia para sopesar los lenguajes, buscar acuerdos y que sirva para no ver al adversario como un enemigo sino como alguien, que con todo el derecho del mundo, piensa distinto que yo. Que sea un llamado a privilegiar los acuerdos, donde la mayoría con el derecho de las urnas impone la agenda, pero no las aplanadoras.
Luis Fernando González
Sub Director