El desfile del 2 de octubre desde siempre ha sido una fiesta rancagüina, el inicio de las festividades de la capital regional que terminaban el 5 de octubre con la celebración de la fundación de Rancagua.
Y desde sus inicios fue por lo tanto una fiesta organizada por el municipio local, hasta que tras el golpe militar de 1973 como tantas otras cosas fue cambiada por decreto, transformándose una fiesta ciudadana en un acto netamente militar pasando a ser controlado por la intendencia, ya que el intendente en esa época era entendido como un superior a los alcaldes también designados y no dos poderes diferentes con distintos ámbitos de acción como lo son hoy el delegado presidencial y los alcaldes electos popularmente.
Y así continua desde ese momento y hasta ahora la organización de este desfile quedó en manos de los representantes del poder central sin que exista alguna norma que diga que debiese ser la intendencia o su heredera la delegación presidencial quien organice el evento, más allá de lo que se argumente que el Ministerio de Defensa está involucrado a través de la presencia militar, pero las Fuerzas Armadas si bien son un importante actor, son invitados, por lo que no corre este argumento. Recordemos que los patriotas que combatieron en Rancagua era más bien ciudadanos movilizados, vecinos que tomaron las armas en defensa de su patria, más que un ejercito profesional.
Si bien esta inercia de la historia no se pudo, o no se quiso romper mientras existieron las intendencias, el año pasado continúo de la peor manera con un deslucido desfile casi sin público pese a que las normas de la pandemia ya permitían un aforo mucho más amplio y este año continúa con la confesión previa del Delegado de no tener la capacidad para organizar esta fiesta en la calle, capacidad que si tienen Chillán, Valparaíso y Arica por nombrar solo algunas ciudades donde sus desfiles son realizados en las calles. Esta de más decir que si no se tiene la capacidad, lo mínimo es dar espacio para alguien que sí la tenga asuma esa responsabilidad.
Un desfile en un estadio es una anomalía que poco se entiende que siga siendo defendida por quienes aseguraron ser un gobierno más cercano a la gente, salvo que la esperanza de una “correcta” repartición de entradas traiga algún tipo de redito político. Cabe consignar que oficialmente, salvo la confesión de falta de capacidad, nada se ha dicho sobre este 2 de octubre, y menos sobre el siempre polémico tema de las entradas al mismo tiempo que los rumores de palacio aseguran que sería con la presencia del presidente Boric.
No sólo ha sido una oportunidad perdida, sino también pone de manifiesto una tensión que ya habíamos advertido cuando fue aprobada la ley, sobre quien es la primera autoridad regional. ¿El Delegado Presidencial representante del poder central o el electo popularmente Gobernador Regional? . En lo simbólico esta disputa parece no estar zanjada completamente, basta ver quien pasa revista a las tropas y a quien se le solicitó autorización para comenzar los desfiles de fiestas patrias, sin considerar que los organizadores de una fiesta ciudadana debiesen aquellas autoridades electas popularmente, en el caso de este 2 de octubre al ser una fiesta rancagüina el municipio local con el apoyo del Gobierno Regional.
Con todo el objetivo de hacer algo mejor que el desastre del 2022 debiese ser un mínimo objetivo no muy difícil de alcanzar tras el bochorno del año pasado con un desfile por el pueblo, pero sin el pueblo que solo a la distancia fue invitado a observar.
Luis Fernando González V.
Sub Director