- Marchigue es una comuna reconocida por su tradición en molinos de viento, los que durante el siglo XX tuvieron su mayor auge y hoy, adornan diferentes partes de su territorio.
Por: Camila González Villarroel
Fotos: Municipalidad de Marchigüe
Parte de su himno comunal son los molinos en la comuna de Marchigüe, así de importantes llegaron a ser en su época de apogeo, la que tuvo su comienzo en el siglo XX. Desde ahí, que pobladores de la provincia de Cachapoal sacaron provecho de su fama y comenzaron a comercializar estos productos, los que con el pasar de los años se convirtieron en una parte importante del impulso de las aguas proveniente de las norias.
Para quienes no saben, un molino es una estructura de metal que mide entre 8 y 10 metros de altura. Su finalidad, es poder resistir las inclemencias del viento, transformando su fuerza en una forma de mover las aspas que accionan una bomba de Bauer, la que termina movilizando agua en algún depósito.
En el pueblo, estas estructuras son características de diferentes espacios, ya sean rurales o urbanos, entregando un sello característico a las haciendas rurales en años anteriores o en la actualidad, en su municipio. Con la modernización y el pasar del tiempo, estas estructuras han sido reemplazadas por bombas eléctricas debido a el gran gasto energético en la comuna desde los 80’.
El origen de estos artefactos viene de la necesidad de hacer algo con el viento que venía desde el sur a la localidad. Poniendo sus ojos en los Molinos Challenger, quienes eran ejemplo en Estados Unidos, se buscó hacer algo parecido pero de una forma más criolla, llegando a la fabricación de molinos por parte de Emeterio Ruz, quien realizó los primeros de madera para evolucionar en zinc y hierro. Avanzados los años 70, estas enormes estructuras fueron evolucionando y modernizándose, para terminar siendo utilizadas solo en partes en que el suministro eléctrico no podía llegar.
En la actualidad, aún se pueden apreciar algunos molinos dentro de la comuna de Marchigüe, siendo una parada obligada el apreciarlos y retroceder en el tiempo hasta cuando eran necesarios para nuestra sobrevivencia y no como un adorno, en el día de hoy.