Por: Patricio Miranda Humeres
Hace más de diez años que C. P. se dedica a la docencia. Los últimos tres lo ha hecho en el Liceo Comercial Diego Portales de Rancagua.
En ese tiempo, había desarrollado su trabajo sin contratiempos, hasta que el lunes 7 de marzo recién pasado, cuando los alumnos recién llevaban su tercer día de clases, una situación lo cambió todo.
Y es que durante la última hora de la jornada, cuando el docente se aprestaba a dictar clases a un segundo medio, se percató que la sala estaba sucia. “Llamé a la inspectora y a los auxiliares. Llegó también el inspector general y uno de los alumnos no se paró para saludar y le dije ¿Joven se le perdió la educación? A lo que respondió con un gesto muy mal educado. El inspector lo reprendió y el alumno le respondió ‘no si no es por usted, es por este’, refiriéndose a mí”, relata C.P.
Tras ese episodio, se citó al apoderado del alumno para que concurriera en unos días más y la situación, hasta ese momento, no pasó a mayores. Pero con el correr de las horas y luego de que un estudiante saliera al baño y no regresara, el docente comenzó a pasar lista para identificar quién era. “Cuando estaba por nombrar al último grupo y estaba agachado, este alumno dice ‘me tení aburrido viejo conch…’ y me pegó”, afirma el profesor. “Yo lo intenté esquivar y me pegó en el maxilar y el oído izquierdo. Estaba una inspectora ahí también y le gritó que cómo se le ocurría hacer eso y se metió entremedio porque me quería seguir agrediendo”.
“Yo quedé en shock, perdí un poco el conocimiento, la noción del tiempo espacio, no sabía dónde estaba”, recuerda el docente. “Justo en eso, el alumno salió de la sala y se fue, era el horario de salida. Abajo estaba esperándolo la mamá”.
Según el relato del profesor, el alumno salió muy alterado, quitándose el polerón y lanzando su mochila. El colegio dio aviso a Carabineros y se intentó contactar con la apoderada del estudiante, pero el teléfono estaba apagado. Misma suerte corrieron intentando llamar al apoderado suplente.
El docente entregó los antecedentes a Carabineros, que llegaron al colegio para realizar las diligencias correspondientes y también constató las lesiones de acuerdo al protocolo correspondiente.
“Estoy preocupado, me siento muy inseguro. La mayoría de los estudiantes supieron de esto, entonces es complejo. Me da miedo volver a trabajar”, confiesa el educador.
Salud mental
Según un documento de la Mutual de Seguridad, al momento del ingreso, el profesional de la educación presentaba una “leve inflamación en la región periauricular”. El diagnóstico de egreso, en tanto, detalló vértigo, contusiones craneanas y dentales, perforación de la membrana timpánica y un TEC cerrado simple.
Dada las lesiones, el profesor quedó con licencia médica. “En la parte psicológica no tuve ninguna atención, todo lo he tenido que hacer de forma particular”, reclama C.P. “Y en ningún momento me han preguntado del colegio o de la Cormun cómo me siento o cómo estoy. Entonces uno se siente como un número más solamente. Y esto ocurrió dentro del colegio, fue un accidente laboral”, agrega.
“Uno se siente desprotegido, desvalorizado. Sí, es un trauma físico, pero lo que más pesa es el trauma emocional. A mí me gusta hacer clases, lo disfruto, pero esto me ha afectado a mí y también a mi familia, a mis hijos”, relata C.P.
A juicio del docente, ha habido un cambio negativo respecto de la visión y el respeto de los apoderados hacia el profesorado, lo que genera más inseguridad entre los profesores y, más aún, tras episodios traumáticos.
“Hoy un estudiante le dice a sus padres que el profesor lo retó y el apoderado llega inmediatamente insultando, que los profesores no tenemos derecho a llamar la atención y que solo servimos prácticamente para cuidar a sus hijos. En la pandemia, en algunos casos, los apoderados incluso se burlaban de profesores que no manejaban muy bien la computación”, relata. “Y hoy, se le cree más al apoderado o al estudiante. Uno como profesor no tiene herramientas para defenderse, uno queda como el malo. En mi caso, menos mal había otra persona adulta en la sala y un par de estudiantes que podían verificar lo que pasó”.
Al día siguiente del episodio, la apoderada retiró a su hijo del colegio y fue matriculado en otro establecimiento. “Acá debería haber ayuda psicológica y psiquiátrica para el estudiante, para que reciba una formación en el control de los impulsos, pero no la recibió. Finalmente, solo lo cambiaron de liceo, sin ningún informe para que los profesores puedan tener algún cuidado, entonces se exponen a una situación similar, lo van a volver a cambiar de colegio y no se va a resolver el tema de fondo”, plantea el profesor.
Agresión de estudiante a profesor evidencia necesidad de revisión de protocolos.