Por: Patricio Miranda y Alejandra Sepúlveda.
Video: Cristopher Mella.
Una decena de niñas y niños miran atentamente a Richard Silva en uno de los salones de la Junta de Vecinos El Manzanar, en Rancagua. Aquí encontramos a este maestro de Taekwondo, cinturón negro y quinto Dan, quien lleva más de 20 años enseñando aquel arte marcial, al que llegó por recomendación de un profesor de su liceo y la admiración que tenía por algunos de sus exponentes.
“Me gustaban mucho las artes marciales, soy fanático de las películas de Bruce Lee”, reconoce Silva, quien, en ese entonces, tenía 13 años y producto de una meningitis había perdido su audición. “Dos años después de quedar sordo comencé a practicar, porque era una forma de aliviar el estrés y comenzar a meterme de nuevo a lo que era el mundo ‘normal’”, dice el maestro.
Así fue que, en 1998, fundó Kumgang Rancagua, escuela con la que ha obtenido diversas distinciones, desde trofeos a nivel regional a medallas al otro lado de la cordillera, en las ciudades argentinas de Mendoza y Neuquén. Actualmente, prepara a una alumna de 16 años para competir en los Juegos Binacionales en San Luis, Argentina.
Y aunque los comienzos no fueron fáciles para Silva, con esfuerzo pudo superar las barreras. “Al principio era un poco difícil por el tema del equilibrio. Pero luego de eso, una vez superado ese aspecto con harta práctica en sí, no hubo problemas. Para enseñar no hay ninguna dificultad porque enseño con el ejemplo”, comenta.
Además de hacer clases en su escuela, Silva también trabaja como maestro en otros proyectos. En la Universidad de O’Higgins tiene a una quincena de alumnos y Kumgang tiene una filial en Requínoa. Otro de los proyectos en los que colabora, es con la Escuela Especial Crecer, donde forma a niños y niñas sordas en el arte marcial del Taekwondo.
“Tuve que aprender a comunicarme con ellos, porque ellos dominan la lengua de señas chilena, que yo no domino mucho”, dice Silva. “Así que las profesoras allá me apoyaban al principio, me enseñaban algunas señas. Luego los mismos alumnos me fueron enseñando los gestos y finalmente pude comunicarme bien con ellos sin tener un intérprete al lado”.
Para Richard, el apoyo de sus padres fue fundamental y, con los años, la práctica del Taekwondo se transformó en una pieza trascendental.
APOYO FAMILIAR
“Las artes marciales en su vida han sido todo”, afirma Óscar Silva, padre del instructor. “Todo en cuanto a recibir, a ser persona, a integrarse a la sociedad. Pero después de eso, lo más importante en su vida ha sido entregarle tanto, a tantos niños”.
Con todo, Óscar reconoce que fue la madre de Richard quien jugó cartas clave. “Fue mi señora la que siempre pensó en el futuro de Richard. De que él tenía que seguir estudiando en un colegio común y corriente (…). Ella era la ‘mala’ para mí en ese tiempo, pero creo que el 90% de lo que es Richard, se lo debe a su madre, ella fue siempre el gran motor, la que siempre estuvo detrás empujándolo a lograr cosas”, dice Óscar.
Hoy, es Richard quien se yergue como el motor de la Escuela Kumgang Rancagua y es él quien empuja a sus alumnos a continuar creciendo. Y es que no solo se trata de ejercicio físico. “También tiene muchos beneficios en la parte psicológica. Acá los niños aprenden disciplina, a ser responsables en el colegio, respetuosos con los papás y acá en clase. Todo eso engloba lo que es la práctica del Taekwondo”, afirma.